Una de las mayores preocupaciones sobre la terapia online es si los y las terapeutas tienen la oportunidad de observar plenamente al/a la paciente. El tono de voz, el lenguaje corporal y el comportamiento general proporcionan información sobre el bienestar del individuo, y es normal pensar que en la terapia online pueda ser más difícil percibirlo. Por eso, muchas personas han expresado su preocupación sobre si la terapia digital puede ser útil a las personas que participan en las sesiones.
La pandemia forzó a la distancia a muchísimas (sino a todas) relaciones terapéuticas. Y el resultado no fue muy distinto a cuando se trabajaba presencialmente. ¿Pero qué dice concretamente la ciencia? Lo cierto es que apunta en la misma línea:
Una revisión de 17 estudios concluyó que la terapia online para la depresión puede ser más eficaz que el asesoramiento presencial. Las personas participantes estaban igualmente satisfechas con cualquiera de los dos tipos de terapia, a la vez que era más rentable para ellas que la terapia presencial.
Otra revisión bibliográfica de estudios relativos a la terapia online descubrió que ésta conduce a una disminución importante de los síntomas de ansiedad y depresión. La terapia online también fue significativamente eficaz en el tratamiento del trastorno de estrés postraumático, el trastorno de pánico y la fobia específica.
Otra revisión bibliográfica adicional de 14 estudios descubrió que la terapia online conducía a una mejora del 50% en los síntomas del trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad social, el trastorno de ansiedad generalizada, la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo, el estrés y la fatiga crónica.
Además, en todos ellos, la duración de las sesiones de terapia online fue de entre 8 y 15 semanas, lo que se considera un período corto de terapia.
Así pues, la eficacia de la terapia online es patente y, siempre que sea algo con lo que te encuentres cómodo/a, supone una oportunidad que permite además ser más económica, accesible y corta en el tiempo.